Todos los hechos y nombres que se citan a continuación están históricamente registrados y documentados.
Allá por el siglo XIV, los judíos, tras a la persecución de la que fueron objeto y la innumerables vejaciones sufridas, planearon una venganza contra los cristianos. El lugar elegido para las reuniones fue la casa de Diego Susón. Este banquero vivía con su hija Susana Ben Susón, conocida en la ciudad como “la hermosa hembra” por su gran belleza.
La judía recibía tantos halagos que soñaba con alcanzar un alto puesto en la vida social de la ciudad y comenzó a verse con un caballero cristiano, perteneciente a una de las más ilustres familias de la ciudad, y se hicieron amantes.
Una noche, mientras esperaba en su casa a que todos se acostasen para ir al encuentro de su amante, se enteró del plan que tramaban los suyos con su padre a la cabeza y temiendo que le pasase algo a su amado, Susona le advirtió del peligro que corría para que pudiese ponerse a salvo. Su amante informó inmediatamente al asistente de la ciudad, don Diego de Merlo, quien ordenó detener a los cabecillas y pocos días después todos ellos fueron ahorcados en Tablada.
Tras ser repudiada como causante de la muerte de su propia gente, y atormentada por los remordimientos, la Bella Susona, buscó ayuda en la Catedral, donde el arcipreste Reginaldo de Toledo, la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se retirase a hacer penitencia a un convento, así lo hizo y permaneció allí por varios años. Más tarde, volvió a su casa donde llevó una vida cristiana y ejemplar.
Finalmente, tras la muerte de Susona, abrieron su testamento y encontraron un escrito que decía: “Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha, mando que cuando haya muerto separen mi cabeza de mi cuerpo y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás”.
Y así se hizo, puesta en una escarpia sobre el dintel de su casa permaneció durante más de un siglo, hasta bien entrado el 1.600, dando lugar al nombre de calle de la Muerte. Tiempo después se colocó un azulejo con una calavera y se cambió el nombre de la calle, por el de Susona, que todavía permanece. Hace unos años se colocó un gran azulejo que relata la historia de la Susona.
I.P.P. y C.D.